sábado, 3 de diciembre de 2011

Galería, filosofando con algunos de mis cuadros

La quijotada ponceña. (este humilde cuadro lo adquirió la alcaldesa Hon. Maria (Mayita) Melendez Altieri)
Los ponceños somos más alucinantes que un Quijote cuando se trata de soñar con la ponceñidad perfecta. Hay como una lucha por mantener una identidad fuerte, sabia, tradicional, moderna, cambiante, pero sobre todo llena de valores. El espíritu ponceño colectivo enriquecido por valores cristianos, por intelectualidad sin fronteras y por un orgullo señorial no morirá nunca si no que vencerá.
El quijote y su desición de combatir todo mal que se le apareciera a su entender es algo que vive el la mente de todo hispanoparlante. Es como una lucha que no termina. Es la lucha de la vida por lo que creemos aunque cometamos locuras. Lo importante es aprender de nuestros errores. La humildad de reconocer que uno ha fallado es lo que hace que uno pueda levantarse y seguir luchando, así nuestra vida se irá transformando y transformando a otros hacia lo bueno, hacia lo que valga la pena, hacia lo que le de sentido a la vida. La vida es una quijotada si se vive luchando por lo que uno cree que es correcto sin claudicar.
Puerto Rico tiene raíces campesinas de caña de azúcar, de centrales, de bueyes, de un pasado que sabe a jíbaro. Puerto Rico sigue caminando por un camino que añora el terruño pero que vive en cemento. Lo nuevo, el devenir de las cosas, lo urbano, la tecnología, los avances, todo va evolucionando... pero he ahí la añoranza de lo que fuimos, del jibarito humilde que trabajaba con dignidad aunque pasaba miseria. Hoy la crisis económica nos da algo de eso. Uno trabaja duro pero vive en dificultad. El temple del jíbaro que trabajaba la tierra aún debe de estar ahí en nuestro espíritu borincano aunque estemos robotizados, insertos en lo urbano, en lo tecnológico, en vida de ciudad desenfrenada. Por eso el legado de esa añoranza debe ser una generación fuerte que sea de aquí como el coquí pero fuerte y dispuesta a dar la pelea de salvar nuestra identidad, nuestro bien común, nuestro caminar en medio de este devenir que no para, pero que firmes sigamos siendo lo que somos con orgullo no para caer en degradación, si no para salvar lo bueno y noble que ha de permanecer en lo que ha de significar nuestra patria, nuestra bandera nuestro Puerto Rico.
El atardecer de un jibarito. Machete en mano después de trabajar va a su amada que lo espera en la humilde casita, todo a media luz, todo dice te amo, pues en el vientre de la jibarita comienza una vida nueva que lejos de preocupar dará alegría a esta pareja, pues donde hay humildad, no importa la dificultad o la escasez, lo que importa es el amor. Así siguió el boricua naciendo, poblando y salvaguardando lo que somos, la patria borincana.

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